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Bayreuth

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Es el lugar donde peregrinan todos los entusiastas de Wagner.

Es una pequeña ciudad de Baviera, Alemania donde habitan menos de 100.000 habitantes pero que cada verano se transforma con los visitantes

En lo alto de la famosa Colina Verde, se encuentra un teatro soñado, diseñado por el mismísimo Wagner para representar sus propias óperas en especial el Anillo del Nibelungos, al inaugurarse en 1876.

Wagner quiso desde un principio sacar el Anillo del Nibelungo del programa estándar de las casas de ópera de la época. Ya en la década de 1850 Wagner le escribió a Franz Liszt comentándole su deseo de construir un teatro para este propósito, en un lugar que tuviera bellos paisajes campestres, tranquilo y que no tuviese la competencia de otras actividades culturales típicas de las grandes ciudades. Debía estar ubicado en la provincia y hacia donde la gente tuviese que viajar para ver su obra, lejos de la polución industrial típica de la civilización.         

 

Es un teatro pequeño donde se concentra la esencia de Wagner. De estética austera,  nada es casual, todo está diseñado para resaltar su obra, lo que lo hace único en el mundo. Es aquí donde el gran compositor alemán construyó un monumento a sí mismo.

 

Cada año, unas 500 mil personas piden entradas para asistir al Festival de Bayreuth y solo hay 60.000 por temporada. El resto de las personas tienen que esperar cinco, seis, siete, ocho, nueve y hasta diez años para poder asistir. Por eso estos festivales son tan codiciados.

 

Para escuchar la música de Wagner, existe la orquesta de Bayreuth, que se arma especialmente para los festivales con músicos que vienen fundamentalmente de Alemania pero también de muchos otros países; con ella se entra en otra dimensión, en un nuevo mundo. Esta se encuentra ubicada en un foso, Wagner la escondido debajo del escenario para que los espectadores no se distrajeran con nada. Este diseño, sumado a que los materiales de contrucción son solo madera y ladrillo, generan mejorar la calidad sonora  una acústica única en el mundo, con en el un delicado balance entre las voces y los instrumentos musicales. Para reforzar esto, también apagó las luces del teatro, quedando iluminado solamente el escenario, así las personas no podrían hablar ni comer durante la función.

¡Que nada distrajera al espectador que él tenía algo que enseñar!

 

En la platea se inspiró en los teatros clásicos, por eso todos los asientos son exactamente iguales, sin palcos, todos son iguales y desde cualquier punto se ve el escenario. Famosos son sus asientos estrechos e incómodos donde el espacio para las piernas es mínimo, lo cual puede ser bastante tortuoso para algunos escuchar una ópera de cinco horas.

 

También quitó los pasillos para que la gente no se pudiese saludar, que quede bien claro, se va a ver la ópera y no a hacer vida social. Sin embargo, los intervalos duran una hora y el público se agolpa en los cafés para comer o beber o estiran las piernas paseando en los jardines de la colina. El anuncio al siguiente acto lo hace una fanfarria de bronces asomada en el balcón principal tocando leitmotivs de la ópera.

 

En el festival se presentan exclusivamentes óperas de Wagner y (se excluyen las tres primeras), constituyen el canon del festival. Los solistas son los mejores especialistas de este repertorio en el mundo y deben llegar con varias semanas de antelación para los ensayos.  Lo mismo sucede con el magnífico  coro del festival.

Grandes polémicas causan, desde hace unos años, las puestas en escena ya que en su gran mayoría son transgresoras y complejas.

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