»El fracaso fortifica a los fuertes« (Antoine de Saint-Exupéry). Un gran ejemplo que confirma este pensamiento está representado por Richard Wagner. Cuesta encontrar un momento en su vida donde el fracaso, expresado de una u otra forma, no esté presente. Revisemos nada más el proceso de “estreno” de algunas de sus óperas:
Las Hadas, su primera ópera completa, concluida en 1834, fue estrenada recién en 1888, cinco años después de su muerte. La prohibición de amar vio sólo dos funciones en 1836 con Wagner como director, culminó en tumultos y disputas entre los artistas en su segunda presentación y no volvió a ponerse en escena. Dos intentos posteriores de presentarla en París -con texto en francés- fracasaron, siendo la quiebra del teatro una de las razones para ello. Rienzi, pensada para ser estrenada en París, fue originalmente rechazada. En esa época Wagner se aboca a la escritura del libreto de El Holandés Errante, libreto que deberá vender para tener algo de dinero para sobrevivir. Será recién en 1842 que Rienzi se estrena con gran éxito en Dresde y todo a pesar de su increíblemente prolongada duración: 6 horas. Pero éste no será el inicio de una exitosa carrera como compositor, será sólo una pausa entre los fracasos vividos hasta la fecha y que a cualquiera habría derrotado en forma definitiva. Rienzi será reconocida como una gran obra sólo después del éxito de Tannhäuser y Lohengrin y después de una escenificación de Rienzi en París en 1869.
En 1843 se estrena El Holandés errante en Dresde, presentándose sólo cuatro veces debido a su pobre recepción. El éxito de esta ópera vendrá recién nueve años después, en 1852. Tannhäuser sufriría similar destino en Dresde y sólo tiene éxito cuando Franz Liszt logra ponerla en escena en 1849. En su afán de conquistar al público francés, Wagner logra que Tannhäuser se ponga en escena en París (1861), lo que después de extenuantes 164 ensayos, terminaría en uno de los mayores escándalos en la historia de la música. Irónicamente, no debido a su música, sino al rechazo de parte de un grupo de la sociedad Parísina de la época. Afortunadamente hubo también voces que defendieron esta obra a pesar de su fracasado estreno en París. De hecho, Tannhäuser fue la primera ópera de Wagner que se presentó en Nueva York (1859). Lohengrin gozaría de merecido éxito desde su estreno en manos de Franz Liszt (1850) pero en ausencia de su autor ya que Wagner se encontraba exiliado en Suiza donde permanecería casi 10 años. Otra derrota más. Pero Tannhäuser y Lohengrin marcarían a la postre un hito al gozar de enorme éxito en Viena en los años venideros. Con la composición de Tristán e Isolda llegamos a otro momento dramático en esta secuencia de dificultades: a pesar de 77 ensayos, esta obra estuvo desde un principio bajo una mala estrella. Las exigencias impuestas por el rol de Tristán eran - y siguen siendo - tan extremas que el único tenor que se pensaba capaz de cantar este rol, Aloys Ander, estaba permanentemente “indispuesto” lo cual, según adeptos a Wagner en el teatro, decían que estas indisposiciones eran sólo una excusa del cantante debido al temor de cantar esta obra. Otras dificultades surgieron con Louise Dustmann, la cantante que tendría a su cargo el rol de Isolda. Todo esto hizo que Tristán se declarase “impracticable” y no se estrenara. Algunas fuentes calificadas indican otro tipo de dificultades más bien de orden personal (...asuntos amorosos de Wagner...) que no viene al caso relatar aquí. Sería recién en 1864, un año después, que gracias a la feliz intervención del rey Luis II de Baviera, que Tristán e Isolda es finalmente estrenada en el Teatro de la Corte de Munich bajo la batuta de Hans von Bülow.
Es importante destacar la justicia que hizo Luis II de Baviera al pedir que una obra trascendental como Tristán e Isolda fuera puesta en escena. La predicción del compositor Peter Cornelius hecha el 23 de Mayo de 1861, años antes de su estreno, probó ser certera: »Tristán es sin duda la mayor obra musical creada desde Beethoven«.
» La prohibición de amar «
Richard Wagner calificó esta obra, su segunda ópera, como un »pecado de juventud«, escrito de su puño y letra, en el manuscrito que le regalara al rey Luis II de Baviera. El hecho de que Wagner no incluyera ésta obra en el Canon de Bayreuth contribuyó a que prácticamente desapareciera de la conciencia pública, pero el mismo Wagner no pareció descartarla completamente de su mente ya que en forma explícita dijo, en 1879, que su instrumentación estaba muy bien lograda, especialmente en la Obertura. Pero hay aspectos importantes - del tipo Leitmotiv - que asocian esta ópera con otras posteriores de Wagner: uno de ellos es el llamado Amén de Dresde. Más detalles acerca de esta composición: aquí. Este trozo musical litúrgico del siglo XVIII fue compuesto por Johann Gottlieb Naumann y Wagner lo incluye en el dueto del primer acto de »La prohibición de Amar«, en la escena del convento (Salve Regina). Más adelante Wagner lo incluirá -algo alterado- en el preludio del 3er. acto de Tannhäuser y posteriormente será fundamental en Parsifal como el Leitmotiv del Grial, repitiéndolo a lo largo de toda la obra.
La prohibición de amar marca así un momento importante en la determinación por parte de Wagner de su propio punto de vista creativo entre las diversas tradiciones operísticas contemporáneas y ofrece una lectura muy individual del drama de Shakespeare »Medida por Medida« que fuera su inspiración para componer esta obra, afirmando ideas centrales que darán forma a toda la producción de Wagner: aspectos y conflictos sociales, la poderosa figura heroica femenina, constelaciones amorosas fatales, etc.
Diversos compositores han incorporado el Amén de Dresde en sus obras, entre ellos Scriabin. Bruckner, Mahler, etc. Félix Mendelssohn-Bartholdy lo hizo en su Sinfonía N°5 »La Reforma«. Las versiones de Meldelssohn y Wagner pueden escucharse aquí.
Una mirada a las partituras de Richard Wagner
Un pequeño ejercicio auditivo.
Dentro de los dramas de Wagner, hay un preludio que tiene una particularidad: al comienzo la música está a cargo sólo de instrumentos de cuerdas y en esta secuencia: cellos, violas, violines y contrabajos. Aproximadamente un minuto y medio después, la melodía pasa completamente a manos de los instrumentos de viento donde la transición –salvo para un oído atento- es sutil y poco notoria. Después de un minuto aproximadamente, la música vuelve a manos de las cuerdas, acompañadas solo al inicio por flautas, clarinetes y oboes. Y, casi un minuto después, volvemos a escuchar sólo instrumentos de viento para, finalmente, concluir el preludio con toda la orquesta. Un tutti. La secuencia es: cuerdas-vientos-cuerdas-vientos- orquesta. ¿A cuál obra pertenece este preludio (que no necesariamente tiene que ser el del inicio de la ópera)? [Respuesta en nuestro próximo Newsletter]
Tip: es la única ópera de Wagner donde no muere ningún protagonista.
Para más informaciones acerca de la vida y obra de Richard Wagner le invitamos a visitar nuestro sitio web https://www.frw.cl/
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